No se puede calificar a los libros como malos o buenos. Aunque es cierto que en la actualidad se fabrican best seller con el único fin de vender, ya en su siglo, el XVIII, es de suponer que también los habría, y de hay la maldad de Joseph Joubert cuando escribió: “Amar tan sólo a las mujeres hermosas y respetar los libros malos... signo de decadencia”. Lo que Joseph Joubert, el fino moralista, el sintético y pudorosísimo espectador de la Francia ilustrada quizá no previó es que, casi trescientos años después, los libros malos no sólo se han hecho respetar, sino que ocupan los primeros puestos de las listas de los más prestados en las bibliotecas, esos hospitales del alma que, a juzgar por las recetas que expenden, pareciera que se han quedado sin medicinas.
Por orden, El juego del ángel, Un mundo sin fin y En compañía del sol, son las obras más solicitadas por los usuarios que tienen el carné de la biblioteca. best sellers, tres fenómenos editoriales de los últimos años.
Que la novela es el género literario abrumadoramente preferido por la mayoría de lectores, es un hecho que no se puede obviar. La novela, y concretamente la novela histórica, es casi ya sinónimo de éxito, al menos de éxito de ventas. ¿Razones? Es posible que aquella que dio Felix de Azúa en Lecturas Compulsivas no fuera muy desencaminada: “En veinte años la opinión pública ha pasado de considerar a la literatura como una herramienta de combate social a considerarla una diversión”. ¿Un cambio a peor? Seguramente sí, pero también a mejor en otros sentidos. Piense un poquito, querido lector, y nos dará la razón.
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