lunes, 25 de junio de 2007
Relato Encadenado.Taller-literario-guareña 06-07
RELATO ENCADENADO
DE GUAREÑA 2006-07
TALLER LITERARIO
INDICE
Capítulo 1.......................... Elena
Capítulo 2.......................... Lili
Capítulo 3.......................... Quico
Capítulo 4.......................... Lali
Capítulo 5.......................... María del Carmen
Capítulo 6.......................... Raquel
Capítulo 7 ......................... Eladia
Capítulo 8.......................... Filo
Capítulo 9.......................... Francisco
Capítulo 10......................... Mónica
Capítulo 11......................... Pablo
CAPÍTULO 1
A dos calles de donde Marina duerme profundamente con la respiración agitada, Úrsula ya ha cerrado la puerta de su casa con llave. Hoy le toca ir al almacén, a reponer mercancías para su negocio. Coge un carrillo destartalado, el único medio de remolque que tiene desde que el banco le quitó una furgoneta por culpa de ese desgraciado malnacido, (esto último lo añade ella) y comienza el primero de los tres viajes que tiene que hacer para repostar material y poder seguir sentándose en la plaza por las mañanas. Hasta que hagan el colegio nuevo, al menos.
Úrsula pasa seis veces por delante de la casa de Marina todos los lunes. Marina heredó una cuartilla de tierra pedregosa y casi inservible hace 10 años y se hizo una casa, o una mansión, como dice su cuñada. Lo que nadie entendió es por qué decidió hacerse esa casa, llena de escayolas y fuentes de piedra y enredaderas y cenadores y ventanas de reja andaluza, precisamente allí, en el último extremo del último barrizal del pueblo, adonde no llegó el alumbrado público hasta 1981. Ni de dónde sacó una mujer sola, que no había trabajado en toda su vida, ni tenía intención de comenzar a hacerlo a sus años, todo el dinero para construirla. Envidia. Que hay mucha.
Cuando Marina comienza a revolverse en la cama y a arrugar los ojos, Úrsula ya lleva un rato esperando al recreo de los niños mientras se come las uñas escupiendo a un lado cuando no la ve nadie. Lo primero que hace Marina todos los días es ir a ver a la niña de sus ojos, una orquídea salvaje de Madagascar que tiene en un pequeño invernadero.
Hoy también lo ha hecho, con el café en la mano. Pero se le ha caído la taza.
Al pie del umbral hay un hoyo excavado. Es de su misma altura.
Y la orquídea ha desaparecido.
CAPÍTULO 2
Marina, de momento queda sumida en un profundo dolor, es como si se le hubiera roto algo en lo más profundo de sus entrañas, casi no puede soportarlo. Lo único que quería y admiraba en esta vida y lo había perdido.
Enseguida reaccionó y pensó para sì que no podía consentirlo, tengo que hacer algo, se dijo, para recuperar lo único que me interesa de esta vida. No podré vivir sin ella.
Como un flash pasó por su mente la imagen de Don Indalecio, el librero. Él sabía mucho de la vida, había corrido mucho mundo y además casi todo en su extensa biblioteca lo ponía en práctica. Sólo él podría, sabría y querría ayudarla a recuperar su amor, su orquídea de Madagascar.
Se encaminó hacia la casa y llamó por teléfono a Don Indalecio, dejó que dieran todos los tonos pero éste estaría en la librería porque no cogió el auricular. Se puso su anticuada gabardina color gris y un pañuelo de flores también en tonos grises sobre la cabeza para no despeinarse con el viento. Y se encaminó hacia la librería.
Entró muy agitada. Don Indalecio se encontraba solo, no tenía ningún cliente cuando vio el estado en el que se encontraba Doña Marina supo que había pasado algo.
- Tranquilícese, respire hondo, si no, no podrá contarme lo que ha sucedido.
- Una tragedia, una tragedia. Don Inda, estoy segura que sólo usted puede ayudarme.
- Coja su abrigo y acompáñeme a mi casa.
………………………..
Hoy es lunes, ha pasado una semana de este suceso. Úrsula pasa como todos los lunes seis veces por casa de Marina, aunque no es muy observadora y sólo se ve el jardín, nota algo extraño en la casa, parece no estar bien cuidado.
Ya sentada en la plaza no puede dejar de pensar, recuerda que el pasado lunes vio entrar en la librería a Marina, pero esto no es nada extraño porque Don Indalecio es el único amigo de Marina.
Rosita va ha recoger a su nieto al colegio y se para a saludar a Úrsula, después de saludarla, enseguida le pregunta.
- ¿Sabe usted dónde se encuentra Don Indalecio, el librero? Hace días que no abre la librería y tengo que comprar a mi nieto uno de esos cuentos de antes, de esos de Callejas. No sé para qué querrán estos cuentos los maestros a estas alturas con lo bonitos que son los de ahora, con tantos dibujos de tantos colores.
- Pues no lo sé, pero yo quería preguntarle si había visto usted a Marina, desde el lunes pasado que vino precisamente a la librería no la he vuelto a ver.
Además su jardín cuando he pasado hoy lo he notado algo extraño. Bueno, no sé si extraño exactamente, pero no tan ciudado, por ejemplo, la enredadera de campanitas está casi seca, no sé, esto me preocupa.
- No se preocupe Úrsula, si usted me dice que Marina no está y yo que don Indalecio tampoco, si faltan los dos, puede que estén juntos. A lo mejor cuando vuelvan tenemos boda.
- No, no, Rosita, ya a sus años no creo yo que se decidan.
- Sí, sí, ese arroz ya está más que pasado. ¡Mira, mira! se aproxima la cuñada de Marina, pregúntele cuando pase por si ella supiera algo aunque no creo. Ya llega!.
Úrsula se pone de pie y saluda a Doña Irene (la cuñada) y rápidamente antes de que ésta pase de largo, le dice.
- Doña Irene, ¿sabe usted algo de su cuñada?.
- Yo, ¿de quién dice usted?
- De su cuñada Marina.
- Ah! La de la mansión. No nada, bueno, adiós, buenas tardes, que llevo prisa.
- Bueno, la cuñada no sabe nada.
- Úrsula me voy, me acercaré a la biblioteca, a ver si allí tienen los dichosos cuentos de Calleja, ¿para qué querrán estos?...
Úrsula se quedó pensativa y triste, no entiende por qué le preocupa este asunto, tampoco es que a ella le importe mucho dónde están estos dos. Allá cada uno con su vida, que ya son mayorcitos. Pero, ¿y si les ha sucedido algo malo?, por si acaso ella cuando termine su jornada, se pasará por casa de Marina, llamará a la puerta y si no contesta, avisará a los municipales para que entren. Le puede haber pasado algo, sola en esa casa tan grande, porque tampoco sabe nadie si están juntos o no.
Cuando llegó la hora de recoger su puesto, lo hizo y se encaminó hacia la casa de Marina. Ni por un momento pudo imaginar lo que le esperaba.
CAPÍTULO 3. EL CASERÓN PRECINTADO
Úrsula no daba crédito a sus ojos cuando pasó por casa de Marina, una gran cinta ancha de plástico alrededor, impedía acercarse a la casa desde al menos 50 m a la redonda, además de prohibirlo grandes carteles. –Alguien se me ha adelantado en denunciar la desaparición –pensó- pero ¿quién?.
El ¿quién? Correspondía a Irene, que seguía siendo cuñada de la ausente, pues ésta y su hermano Casildo, - ahora vigilante de seguridad privada en la Universidad de Cáceres- no estaban legalmente separados, ni divorciados, y aunque aparentaba no querer saber nada de aquella, espiaba asidua y meticulosamente, todos sus movimientos, de acuerdo con su hermano –que el muy memo- la sigue queriendo, a pesar de las perrerías que le ha hecho.
- Mi hermano, es el único familiar que le queda a Marina, y me ha pedido que en representación suya, denuncie ante ustedes su desaparición- le dijo al jefe de la policía local, Antonio Martín, al que entregó la denuncia redactada con todo lujo de detalles desde el día de la desaparición hasta el hoyo junto al jardín, así como el estado de abandono de toda la casa en sus espacios exteriores a lo edificado.
No mencionó para nada la desaparición del librero del que conocía los tejemanejes que se traía con Marina, aunque no su naturaleza, pero estaba segura de que tales tejemanejes, no eran eróticos-amorosos, pues en la multitud de ocasiones que los había espiado desde su terraza, camuflada entre la ropa tendida a secar, con unos prismáticos de paparazzi, jamás se rozaron las carnes, los veía sentados en el porche trasero del caserón, ante una mesa llena de papeles que discutían con grandes manoteos y se levantaban, ahora uno, luego la otra para llamar por el móvil 3 o 4 veces por sesión cada uno de ellos.
De estos tejemanejes, intuía Irene, sacaba su cuñada el dinero negro -que debía ser abundante- para construirse aquella casucha de tan mal gusto, en las afueras del pueblo, justo recién llegado el librero de su ¡mucho mundo recorrido! para montar una librería, aquí de la que no salen cuartos ni para recargar el teléfono móvil. Estos están compinchaos en algo muy gordo, por lo que es posible que su desaparición sea para quitarse de en medio, o quién sabe si es un secuestro como ajuste de cuentas por estos chanchullos en los que ambos están metidos hasta el cuello…
El agente municipal, que sospechaba, que la denuncia no reflejaba los verdaderos motivos de la denunciante, le dijo que el tema de las desapariciones es competencia de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.
- Nuestra responsabilidad es proteger la casa abandonada para entre otras cosas preservar las huellas, si las hubiera, de elementos extraños como posibles delincuentes, por ello daré la orden para que la casa sea precintada-.
…………………..
En la capital de la comarca, Irene presentó el caso ante el Juzgado de Instrucción y casualidades de la vida, mientras esperaba sentada que la atendieran, vio un periódico sobre una mesita de fecha 07-10-2006 que con grandes titulares decía “EN 16 AÑOS SE HA PERDIDO LA PISTA A 12.538 PERSONAS. INTERIOR CIFRA EN 2.436 LAS DENUNCIAS SÓLO EN 2005.”
En la letra pequeña decía que el portavoz de la policía nacional José M. Seara, cifraba en el 88% las desapariciones voluntarias, y sólo el 2% lo son forzosas, el 60% de las cuales suele resolverse en una semana, con todo y así nosotros nunca dejamos de buscar…Aunque la Constitución Española reconoce el derecho deambulatorio de las personas, hemos encontrado a mucha gente que quería desaparecer. La Guardia Civil matizaba “cuando todo indica que un caso es voluntario, la investigación se deja ahí, no hay otro remedio”.
El detective Daniel Núñez.
Se había jubilado anticipadamente tras largos años de agente de espionaje en el CSID, ahora CNI, metido allí por su excompañero y examigo Narcis Serra cuando éste fue ministro de defensa. Abandonó asqueado por el terrorismo de estado de los GAL y se puso a trabajar con el imperio Polanco pese a conocer el pelaje del cántabro y sus artes para construir su negocio multimillonario con la venta en exclusiva de los libros de texto de las enseñanza franquista en toda América Latina cedido graciosamente por el ministro de Educación del régimen Villar Palsí –años 60 del S pasado, y una vez forrado de millones, acometer el asalto al recién fundado por Ramón Tamales y otros intelectuales progres, el periódico El País, luego la cadena SER, varias editoriales como Alfaguara, Canal Plus, Sogecable, y un largo etc, para ello se rodeó de sus colaboradores periodistas, discípulos del tristemente célebre Emilio Romero, J L Cebrián y J Estefanía con los que consiguió el mayor tinglado mediático, que se alzaría en Aparato de propaganda del feliopolanquismo del PSOE en sus 13 años de gobierno.
De algo tenía que comer- le dijo a su cuñado, Martín, jefe de la policía local- cuando se vino al pueblo- además con Polanco me cubría las espaldas frente a los GAL que me la tenían jurada por desertor incómodo.
…………………..
Su cuñado le había dejado un sobre en el buzón con 4 folios mecanografiados, y otro manoescrito en el que le pedía que investigara la misteriosa desaparición de Marina y el tal Indalecio.
-¿Qué significan estos folios?- Le dijo al municipal por Tl cuando vio el contenido.
-Son las posibles pistas-.
- Esto más que pistas parecen el primer fascículo de uno de esos culebrones televisivos de la Venezuela prechavizta. Un grupo de marujas alrededor de ese cabrón de Indalecio, al que conocí como socio de Polanco, en las fechorías de (demócratas de toda la vida). Cuando me vine a este pueblo por tu culpa, estuve a punto de largarme cuando me lo encontré aquí, miré para otro lado
como si no le conociera, y él hizo lo mismo cuando me vio. Me vine para dejar toda aquella basura, por tanto no me pidas que averigüe nada que tenga que ver son esa gentuza-.
-Sabes que si no fuera tan importante para mi no te lo pediría-
-Déjame que lo medite, por si reúno fuerzas y ánimo suficiente- que lo dudo, ya te diré lo que sea-.
CAPÍTULO 4
Entre tanto, otros vecinos del pueblo, a decir verdad, no habían notado la ausencia en el pueblo de D. Indalecio ni de Marina, decía Inés, la encargada de la Biblioteca, a Doña Rosita mientras ésta le pedía un cuento de Callejas que su nieto Pablo tenía que comentar después en el colegio; no obstante el niño pidió otros libros para leer en el momento. La encargada colocó sobre la mesa varios títulos de la colección y Pablo, avalanzándose sobre ellos, no daba crédito a lo que veía: “El mercader de Venecia”, “Los gusanitos de seda”…, se quedó leyendo “El bazar de los Reyes Magos” mientras las dos mujeres seguían en su conversación.
Era Doña Rosita quien, atrapando la mirada de Inés, se preguntaba y respondía ella sola sin saber si a su lado había alguien que escuchara sus atrevidos pensamientos.
El primogénito, el pendenciero, el que nunca supo decir que sí, se ha marchado de casa, sabrá Dios dónde, no trae buena vida, -afirmaba una y otra vez – lo apuñalarán y morirá sólo, lejos, con Úrsula tal vez…
Pablo, que veía a la abuela enervada, se acerca a ella y recogiendo el libro que pidió al principio a Inés le dice: abuelita se hace tarde, vámonos…
En fin, dijo Inés, intentando calmar a Doña Rosita antes de salir de la sala, quizás haya encontrado una esposa y estén de luna de miel, ya no es un hombre joven, seguramente no quiera que su sangre se extinga vertida en la tierra para siempre, porque a la postre igual ha intentado romper con su soledad, recordemos Doña Rosita, que el hombre no está hecho para vivir sólo.
La abuela fruncía el ceño, mientras Pablo sonreía y con mirada cómplice miró a la bibliotecaria, ésta para terminar el enredo prosiguió diciendo que Don Indalecio ha sido siempre un hombre de asiento y siempre ha sabido lo que hacía. Ambos son personas que quizás han emprendido el camino echándose los cadáveres a espaldas.
-¿Cadáveres?, dijo Doña Rosita.
- Quiero decir críticas y habladurías de los pueblos, que bien pudieran enterrarse en algún agujero barreado y después cerrarse con una pesadísima roca.
Al salir de la biblioteca una nube anunciaba que con toda probabilidad iba a llover.
CAPÍTULO 5
Y llovió, vaya si llovió una abundante tromba de agua cayó durante todo el fin de semana, al amanecer la orilla seguía con las mismas.
La alarma del viejo despertador avisa con su estruendoso riiing que ya son las 6h de la mañana. Úrsula sobresaltada se precipita tórpemente tanteando la mesilla hasta que consigue parar el aparato, se queda unos minutos sentada en la cama bostezando, no ha dormido bien y le cuesta despejarse. El ruido de la lluvia sobre los cristales es intenso, mira por la ventana al tiempo que murmura malhumorada, -¡hay que joderse con el aguacero!, esto no tienen pinta de parar y toca reponer mercancía aunque con este temporal mucho me temo que los niños no saldrán al recreo.
Úrsula como cada mañana al llegar a la cocina conecta la radio y prepara café, le gusta saborearlo despacio mientras sintoniza la Cadena Ser. Lo acompaña con unas tostadas, el día es largo y desayuna fuerte. Antes de salir se coloca el impermeable para protegerse de la lluvia y se calza las botas, saca el carrillo y lo cubre con una lona, a continuación cierra la puerta y engancha en el pomo una madera plastificada para evitar que entre el agua en casa. Se dirige al almacén. Son casi las 7:30h. de la mañana, aún es temprano y no se ve mucha gente por la calle. Mientras recorre el camino va sumida en sus pensamientos, -maldita sea mi estampa, si al menos contara con la furgoneta todo sería más fácil-. Úrsula sigue avanzando con el carrillo y gira a la derecha para bajar por la Avenida de las Adelfas, casi inconscientemente su mirada se dirige a la Administración de lotería que está abriendo sus puertas. Siente una corazonada -¿y si comprara un décimo de navidad? A lo mejor me sonríe un poco la suerte aunque…no sé yo; este año sin el “EL CALVO” no parece lo mismo -¿si parecía que te embobaba! Y comprabas con más ilusión la lotería, en fin sino me arriesgo no me tocará nunca. – Bueno días Ramiro, por decir algo porque la verdad es que de buenos tiene poco. –Buenas Úrsula ¿ya vas con tu tarea?- ya ves, la rutina de siempre. –Dime, qué va a ser.- Dame un décimo a ver si me toca algo y me compro una furgoneta de segunda mano, esto de ir con el carrillo me está matando. -Pues aquí tienes ¿Te gusta este número? El 35.537, “es bonito”. Me da lo mismo la Suerte nunca se sabe dónde está.- y que lo digas mujer, ojalá te toque.
Gracias Ramiro hasta más ver.- Por cierto Úrsula, ¿qué se sabe de Marina y Don Indalecio, no dan señales de vida?-hasta el día de hoy nada de nada, a mí me da un nosequé…ya va para dos semanas que no hay noticias de ellos, ahora como cada lunes pasaré por delante de su casa y chico…qué misterio, ¿Dónde estarán? Y con este precinto alrededor, bueno me voy que se hace tarde.-Adiós, mujer, adiós.¡No somos nadie! Hoy aquí y de un día para otro ni se sabe. Úrsula coge de nuevo el carro y sigue su camino bajo la lluvia, ni por asomo sospecha lo que va a encontrar en la puerta de la casa de Marina. Aún le faltan unos metros para llegar y no da crédito a los que ve: hay tres coches aparcados cerca de la casa y uno de ellos es de la Guardia Civil el otro de la Policía Nacional. ¡Santo Dios! Exclama abriendo los ojos de par en par. ¿Habrán averiguado algo? Pero en cuanto estuvo cerca de la casa un agente de la Guardia Civil le indica que apresure el paso.-Disculpa señor agente, se sabe algo de Doña Marina?- No señora, además yo no estoy autorizado se está llevando a cabo una investigación y queremos la zona despejada- Claro, faltaría más. Yo me voy, es que mi almacén está dos calles mas abajo ¿sabe usted? y este es mi camino de paso cada lunes.-¿Cada lunes?, en este caso será probable que la requieran para prestar declaración.-¿Yo?¡oiga, yo no sé nada!- Tranquila todo a su tiempo, lo más probable es que se trate de unas preguntas rutinarias, de momento sólo dígame su nombre y dirección -¿Mi nombre?...Úrsula, Úrsula Velarde, calle cantones 21 –Muy bien, ya se puede marchar pero no salgas del pueblo por si la necesitamos- Lo que usted mande Señor agente, pero le repito que yo no sé nada.- No se apure mujer ¿No estaba interesada en saber de Doña Marina?, pues cuantos más contribuyan a esclarecer el caso, antes daremos con alguna pista ¿no crees?. Visto así cae de cajón, “ea”, pues que usted lo pase bien y ya sabe aquí estoy para servirles.- adiós señora Úrsula. Continúa su camino hasta el almacén sin dejar de pensar en lo que acaba de presenciar. ¡Virgen del amor hermoso! No puedo creer que esto me esté pasando a mí sin comerlo ni beberlo.
…………………..
El detective Daniel Núñez (después de mucho meditarlo) había aceptado ocuparse del caso de los desaparecidos aunque le dio a entender a su cuñado que lo hacía por el vínculo familiar que les unía pero en el fondo, sentía una gran curiosidad por averiguar dónde diablos se encontraba el librero y esa mujer…Doña Marina y qué había detrás de todo esto. Lo primero que hizo fue personarse en el Ayuntamiento para que Antonio Martín los condujera a él y a la patrulla hasta la casa de Doña Marina en busca de algún indicio.
“EL CASO ESTABA ABIERTO”, y había que comenzar con algún rastro.- Habrá que forzar la cerradura comentó Antonio Martín. –Aparta- le increpó Daniel- a mí no hay puerta que se me resista y con una ganzúa la cerradura cedió al instante sin ofrecer resistencia. Una vez en el interior comprobaron que la casa no presentaba signos de robo; todo estaba en perfecto orden; cuando llegaron
a la cocina, el detective se fijó en unas tazas con resto de café dentro del fregadero y mandó que examinaran las huellas. Acto seguido abrió la nevera. Había lo normal que puede haber en una nevera, sólo le llamó la atención el resto de una tarta de frambuesa que con toda seguridad habría hecho Marina para compartir con Indalecio en el café de….la tarde de algún día de hace dos semanas.
Eran las 9:00 de la mañana y se sirvió un trozo, “uhmmm” realmente exquisita.- ¿te apetece un poco Antonio? –No gracias, lo mío no son las dulzainas prefiero unas buenas tapas de jamón ibérico regado con un buen vinito. Cuando terminó la tarta salieron de la cocina y se dirigieron a la sala de estar. Daniel observaba cada detalle minuciosamente, de pronto le llamó la atención las fotos de unas flores que decoraban las paredes, -francamente hermosas comentó, -es un primor contemplar esta maravilla, (mientras le dedicaba halagos a las imágenes que miraba, sus dedos acariciaban los pétalos con suma delicadeza) el colorido era tan atrayente a la vista…Pronto se dio cuenta que se trataba de la misma flor fotografiada desde distintos ángulos, era una orquídea sin duda, una orquídea de Madagascar, conocía bien esa flor, era la preferida de su mujer y él estaba muy puesto en el tema. En más de una ocasión la había sorprendido obsequiándola con orquídeas de especies diferentes, pero ésta era tan especial…nunca había visto una igual. Cuando registraron la casa salieron al jardín pero no encontraron nada sospechoso, seguidamente se encaminaron al invernadero. Enseguida se percató de un hoyo que había en un rincón, la escena le resultó familiar- ¡claro! Es el lugar desde donde se hicieron las fotos de la flor, sólo que falta la flor. En su lugar había un hoyo de tierra removida y justo al lado…un trozo de porcelana idéntica a las tazas de café que vieron en la cocina. Ya empezaba a hacerse interrogantes sobre quién y el porqué se adueñó de esa bella flor.
De nuevo vuelve a la casa en busca de cualquier posible pista.
Al pasar cerca del teléfono se le ocurrió activar el contestador por si hubiera algún mensaje que les aportara algún dato, al instante comenzó a sonar una agradable voz femenina anunciando que tenía tres mensajes, y acto seguido comenzó a emitirlos –mensaje nº 1 (estimada señora en respuesta al envío de su foto la firma Prett & PORTER le solicita un Próximo encuentro para tratar del asunto atentamente y en espera de sus noticias reciba un cordial saludo.
El detective no daba crédito a lo que escuchaba por lo que siguió con mucha atención la emisión de los siguientes mensajes.
Otro segundo mensaje similar al primero era de la prestigiosa firma de perfumes Máximo Dutti la cual convenía con ella una toma de contacto para hablar sobre la orquídea.
Por último otro tercer mensaje que correspondía a la popular perfumista Ágata Ruiz de la Prada mostrando gran interés por la flor en cuestión.
Y es que la especie a la cual nos referimos perteneciente al género de la vainilla era de una singularidad única con su delicada fragancia y sus vistosos colores hipnotizaba a todo aquel que la observaba con detenimiento según los naturistas poseía numerosas propiedades, sus frutos una vez curados se utilizaban en perfumería y como aromatizante de diversos preparados culinarios y en repostería pero lo más inverosímil era que según se desprende de los tratados encontrados sobre el tema funcionaba como un eficaz estimulante del apetito sexual de ahí que la flor tuviera tantos pretendientes y todo indicaba que alguien se la había llevado en contra de la voluntad de su dueña ¿pero quién? ¿y el librero?...qué pintaba en este enredo, habrá que pasar por la librería, para mí que este pájaro anda metido en algo turbio ¡si lo conoceré yo! Vete a saber si no están experimentando con semillas transgénicas; luego, echaré otro vistazo a ese invernadero a ver qué tipo de plantas están cultivando con tanto esmero. Lo mismo pienso de la librería que sirve como tapadera de lo que se cuece en la trastienda. ¡y cómo me llamo Daniel Núñez, que si Indalecio Castellón tienen algún tinglado entre manos yo se lo desmonto, faltaría más.
CAPÍTULO 6
La investigación estaba en marcha y en las mejores manos. Daniel no esperó al día siguiente, esa misma noche se dirigió a la librería. No le resultó difícil abrir la puerta, le bastó con empujarla levemente.
Decidió ser prudente y utilizar la linterna para ser discreto. De repente de detrás de una de las columnas repletas de libros algo se precipitó. Daniel echó la mano a su arma, la sostuvo con rápida firmeza y la apuntó junto con la linterna hacia el origen del estruendo. Inmediatamente se relajó, - ¡Maldito gato!,- susurró entredientes. Aquel pobre animal llevaba días encerrado así que aprovechó la ocasión para huir tras la puerta que todavía estaba abierta. Daniel la cerró y empezó a observar detenidamente cada uno de los estantes, alguien había estado revolviendo apresuradamente allí porque había libros entreabiertos y algunos otros arrojados al suelo. Quizás aquel animal en un arrebato de su irracionalidad buscó comida o entretenimiento entre aquellos libros descolocando el orden estricto del que Don Indalecio podía presumir. Rápidamente desechó esa posibilidad cuando un olor fuerte centró su atención. En una esquina del almacén había un plato con restos de pescado todavía fresco, todo un manjar para un gato que llevaba días abandonado. Ya no había ninguna duda, alguien había estado allí aquella misma tarde y ese alguien buscaba algo que sabía que estaba entre alguno de los cientos de libros.
Pero ¿por qué alimentar al gato?, ¿sería Don Indalecio?, ¿alguien de su confianza?, o puede que dos personas en tiempos distintos entraran allí con fines diferentes. Y lo más importante ¿qué esperaban encontrar? ¿lo habrían encontrado o seguiría allí?.
Esa noche fue muy larga. Daniel revisó cada uno de los libros de aquella vieja librería. Algo antes del amanecer, ya cansado, encontró en uno de los estantes lo que parecía un pañuelo. “Un pañuelo floreado en tonos de gris” recordó el testimonio de una vecina. Tal y como le habían descrito. Era el que Marina llevaba en la cabeza el último día que la vieron.
Al retirar el pañuelo se descubrió un ejemplar de La Sombra del Viento de Carlos Ruíz Zafón. Un marcapáginas se dejaba entrever entre las últimas hojas. Lo abrió justo por donde indicaba y entonces la encontró. No era un marcapáginas si no la foto de la orquídea desaparecida. Le dio la vuelta y en su reverso había una dirección y lo que parecía un número de móvil:
C/ Rosalía de Castro, nº11
654204152
CAPÍTULO 7
Amaneció otro día nublado, un día que presagiaba nuevamente la lluvia que desde hacía días oscurecía los ánimos de Úrsula: “buen día- se dijo- para encerrarse en casa y tener delante una buena película de detectives”.
Pero no, hoy, como cada día, Úrsula tiene que cumplir con su quehacer, ¡qué remedio!, una no tiene quien le traiga a casa el sustento diario, y tiene que salir, llueva, truene o relampaguee; ¡ay, qué vida!.
Enseguida, como cada día también, le viene a la mente el oscuro caso que trae de cabeza a todo el pueblo: ¿dónde recórcholis andarán Don Indalecio y Marina?, y sobre todo ¿qué tiene que ver ella en este asunto?.
Había venido ya dos veces a molestarla el tal Don Daniel Núñez, y ya empezaba a mosquearle a ella tanto requerimiento, cuando ella, por las conjeturas que había podido hacer de lo escuchado aquí y allá y, sobre todo de los comentarios de sus vecinos, sólo podía deducir que algo raro había en todo este asunto, y ya, ¡ya le gustaría a ella poder saber los detalles pormenorizados! Con que ahora, para que el detective aquel viniera a sacarla de sus casillas.
Aunque, bien pensado, no estaba nada mal aquel hombre, ¡pero que nada mal! Maduro, alto, fornido con las sienes plateadas, que le daban un aire interesantísimo, y…soltero, o viudo, no lo sabía bien, pero libre.
Ella le había visto muchas veces, claro, pero nunca le había mirado como hombre, sino como representante de la ley, con el respeto que eso impone. Sabía que su hermana estaba casada con D. Antonio Martín, el jefe de la policía local, y poco más.
Úrsula no había tenido jamás un novio formal que le dijera bonitos ojos tienes. Bueno, estaba lo de “ese desgraciado malnacido”, pero aquello fue un desagradable incidente en su vida, que no pasó ni siquiera por el noviazgo.
Sin que pudiera evitarlo, el nostálgico ambiente nublado, le trajo de nuevo a su memoria aquel día que iba ella por la calle tan ricamente, de vuelta de la plaza donde le vendía las chucherías a los chiquillos de la escuela, ya casi en la siesta. De pronto oyó a su espalda un ruido y se volvió, para ver que un hombre la seguía poco después: -oiga, la calle Arenal, ¿por dónde cae?.
Ella, tan voluntariosa como siempre, le dijo que le pillaba de camino, que le acompañaría con gusto hasta dejarle en la misma calle Arenal, y sólo bastó una mirada del Jeremías, para que ella cayera rendida a sus pies.
Luego resultó que él la venía vigilando sin que ella lo supiera y era un viva la vida que sólo quería vivir del cuento y, claro de ella. Antes de una hora ya estaban haciendo el amor desesperadamente en un descampado solitario “claro, el muy sinvergüenza, fue directo al grano, para que no hubiera vuelta atrás, y una que es muy decente, sólo que tuvo aquella mala hora…” Al mes estaban casándose en una celebración muy íntima, sin que aquel desagraciado malnacido (como ella lo llamaba) se dignara nunca a dedicarle ni una bonita frase de amor, ni se conocieran apenas íntimamente. No tardó en darse cuenta de que aquello fue una boda sin amor, sólo un arrebato que le costaría caro en los tres meses que vivió junto a él, o más bien dicho solamente casada con él,
o todavía más exacto, sufriendo sus malos tratos, porque nunca estaba en casa, pero cuando llegaba después de varios días de parranda, ella ya sabía lo que le esperaba.
Siempre ella trabajando como una bestia y él dándose la gran vida hasta que…pasó lo que tenía que pasar: deudas por todos lados, la furgoneta como aval para sus desmanes, y claro, luego el banco quiso cobrar; esos usureros sanguinarios nunca pierden. Y salvó el negocio por los pelos, porque alguien vino a avisarla de lo que estaba sucediendo y puso todos sus papeles a buen recaudo.
En fin, eso era agua pasada y, él estaba en Perú hacia donde se embarcó con viento fresco al día siguiente de descubrirse todo. Ahora ella había tirado para adelante y, con todo, no se podía quejar. Tenía ya cierta edad, pero eso no era obstáculo par que en su interior todavía bullera, se agitara una tormenta de pasiones reprimidas tanto tiempo.
Pero el detective Daniel, ¡madre mía! Qué hombre tan guapo y tan apuesto. Cada vez que le había visto acercarse a su puerta, había sentido un vuelco en su corazón, y había deseado tener más para ofrecerle que un simple. “mire usted, yo no sé más que lo que declaré el primer día”, deseaba poder colaborar con nuevos argumentos, y había hecho averiguaciones por su cuenta, sólo con tal de tener algo nuevo que contarle a D. Daniel, pero nada, nadie sabía nada de D. Indalecio y Doña Marina, parecía que un tornado hubiera pasado de repente y los había arrastrado con él.
Ya se disponía a salir, -qué remedio, venga, hay que despabilar y dejarse de tanto pensar”-, cuando lo vio aparecer, (como si de tanto pensar en él le hubiera atraído con la misma fuerza que su cuerpo y todo su ser pedía a gritos), tan apuesto, tan gallardo, su gabardina color beige con la solapa levantada, que le daba ese aspecto tan interesante, y no pudo reprimir una sensación de emoción al verle.
- Buenos días, doña Úrsula.
- Buenos días D. Daniel (“las piernas casi no me sostienen, me va a dar algo, y mi corazón galopa como un potro salvaje”) ¿Qué le trae nuevamente a mi casa? ¿Hay nuevos datos sobre la desaparición?
Bueno, la investigación sigue adelante, pero lo que vengo a preguntarle ahora es: ¿No ha visto usted, en su ir y venir diario, al pasar por la casa de doña Marina algún coche de matrícula digamos…rara?
- Ahora que lo dice usted…a ver, déjeme pensar…, sí, ahora recuerdo, un día, al pasar, algo me llamó la atención y era que había una limusina parada justo delante de la puerta de la mansión. Yo pensé que con lo caprichosa que se pone doña Marina algunas veces, esta vez había ido demasiado lejos al alquilar un coche tan lujoso, sabe Dios para qué. Porque dentro estaba un
señor con bigote con toda la pinta de ser el chofer de tan aparatoso automóvil. Pero no le di más importancia.
-¿Y no recuerda por casualidad cuánto tiempo hace de eso?
- Pues recuerdo que aquel día iban a dar unos días libres a los chicos para las fiestas del patrón, porque esos días son más ajetreados que los demás, ya sabe…Salen más temprano, van y vienen y se acercan más a menudo a comprar.
- Muchas gracias, es todo lo que deseaba preguntarle. Me voy ya, no la molesto más.
- ¡Pero qué dice!, si usted no me molesta, ha sido un placer…y no dude en volver cuando lo desee.
- Gracias, doña Úrsula, de momento la dejo, que tiene usted que ir a su trabajo.
El detective Daniel salió directo para la cafetería donde había concertado una cita con un reputado experto en botánica que le daría datos sobre la famosa orquídea de Madagascar.
Ya en sus averiguaciones él había descubierto que esa especie era una codiciada y enigmática variedad protegida y que su reproducción legal está limitada y controlada por el comité internacional de la COP-12, y que EEUU presentó su propuesta y enmienda para incluir la Orchidaceae en el Apéndice II para excluir especímenes propagados artificialmente (Prop.12.51), restringiéndolo al género Phalaenopsis, para vigilar los cupos de exportación.
Con todo esto que ya sabía y con la entrevista del personaje que le aguardaba ya en los reservados de la cafetería, el detective esperaba dar con una clave muy importante para esclarecer muchos puntos oscuros en la investigación, que pudiera llevarle a dar con el paradero, y sobre todo el motivo de la desaparición de los dos ciudadanos.
CAPÍTULO 8
El inspector Daniel Núñez volvió casi al anochecer a la habitación nº 13 de la antigua pensión de la calle Aravaca, dos manzanas de la plazoleta donde Úrsula se disponía a realizar diariamente el rutinario recorrido cargada con su carrito de viandas y golosinas para los niños del colegio. Llegó algo cansado y dándole vueltas a una insólita idea, que no paraba de rondarle en su cabeza y pugnaba por no querer dejarle en paz toda la noche; tenía la absoluta certeza de que el personaje que acababa de conocer tenía una relación muy estrecha con los desaparecidos, es más quizás en estos momentos estaban entablando alguna conversación sobre su encuentro en el café y lo que se había hablado sería objeto de examen y revisión minuciosa.
El inspector se dejó caer abatido en el sillón de piel desgastada, encendió con pausa el último habano del día e intentó recordar los detalles más esenciales de aquel curioso encuentro. Cuando entró en el Café Los Aromas ya le estaban esperando; el camarero, viejo conocido suyo le hizo un ademán rápido señalándole el rincón más tranquilo del café donde atisbó la figura menuda y singular del botánico, que se entretenía en fabricar diminutas figuras de papel con las servilletas que tenía amontonadas en un extremo de la mesa. Al verle aparecer guardó rápidamente las figurillas y se levantó apresurado ofreciéndole una mano temblorosa y una mirada tímida y huidiza. Desde el primer momento pensó que aquel tipo no era de fiar, pero una vez salvados los primeros minutos de conversación banal, el asunto fue directo al grano y mientras iba avanzando con más intensidad en los singulares detalles, cada vez estaba más seguro de estar más cerca de la última pieza de encaje que conformaba el puzzle cuyo centro era la orquídea de Madagascar. Después de media hora de fluida conversación, el botánico parecía estar en su salsa comentando sus conocimientos sobre la rareza y belleza de estas peculiares flores, contó su historia pormenorizada y la atracción obsesiva que ejerció en algunas antiguas sociedades, como la victoriana, que eran tales las persecuciones sobre estas especies que dio lugar a rápidas y violentas desapariciones de las especies más solicitadas. En estas profundidades eruditas andaba metido el botánico cuando el inspector Daniel Núñez, en un ademán rápido y directo, sacó de su bolsillo izquierdo de la americana a cuadros un ejemplar de bolsillo de La Sombra del Viento de Carlos Ruiz Zafón, lo colocó en la mesa y lo abrió por la página señalada por un peculiar marcapáginas, mostrando la foto de la singular orquídea y la misteriosa dirección que aparecía al reverso del marcapáginas junto con el número de móvil –C/Rosalía de Castro, nº11/ 654204152/. Los ojos del botánico, enfundados en unas gafas redondas de montura carey, se abrieron de par en par y el estupor y el asombro aparecieron en su cara. Entonces el inspector le preguntó si sabía algo sobre dicha dirección y si conocía la especie de orquídea que aparecía en el marcapáginas; después de unos segundos de confusión el botánico reaccionó negando conocer la dirección que veía en el marcapáginas y velozmente recogió las llaves de su coche y restos de figuras de papel que aún tenía encima de la mesa y alegando una cita inexcusable se despidió del inspector. Este quedó atónito por la reacción del botánico y se quedó mirando perplejo la puerta de la cafetería por donde había desaparecido el atribulado personaje.
Se encontraba sumido en sus inverosímiles pensamientos, apurando los restos del habano que le regaló su cuñado cuando el timbre agudo del teléfono resonó fuerte y alarmado casi despertó de sus ensimismamiento; cogió el auricular como si éste fuera a escaparse y lo que oyó al otro lado no pareció gustarle; “sí, señor, se lo han encontrado a sólo dos metros del Barranco del Oso, parece que el coche ha dado varias vueltas de campana y después se ha incendiado como si fuera una pira; nada ha quedado del vehículo sólo un amasijo de hierros quemados y los restos humanos del pobre ocupante…”
El inspector afirmó rotundamente a la pregunta: “sí, es verdad había estado hablando con el fallecido, apenas un par de horas, en el café Los Aromas (…), por supuesto que tengo testigos; sí, estoy a su disposición, cuando usted quiera”. Y colgó despacio, intentando ordenar el laberinto de pensamientos que tenía en la mente y los intrincados caminos por donde podía encontrar la salida.
CAPÍTULO 9
Todo parece seguir igual-se dijo el inspector- Nada ha cambiado.
Sin embargo, a pesar de que la casa seguía precintada, el ambiente denso y confuso, los testimonios escasos, los rumores crecían por doquier.
Cada día algo nuevo sumaba más confusión y nuevas críticas (¡Cuidado que hay gente con mala uva!) a la extraña situación. Para añadir más guasa, alguien había pedido una licencia municipal para instalar un bar de copas, justo enfrente de la casa de la desaparecida.
Este hecho, que podría ser más o menos normal, tenía un pelín de casualidad, misterio o mala leche, el nombre del bar de mujeres de moral distraída era: “La orquídea de Madagascar”.
Esa noticia, como era de esperar, se había recibido con división de opiniones. El sector masculino se las prometía muy felices, en tanto que su oponente andaba algo mosqueado y acudía con frecuencia a presentar sus quejas al buen Don Julián, párroco del pueblo, quien apaciblemente trataba de tranquilizar su desasosiego.
Otro detalle era el cartel, anunciando la venta de la librería, apareció una mañana y nadie lo había visto colocar. Un número de teléfono internacional (las lenguas viperinas decían que era de Perú, para mortificar a su vecina Úrsula) que a través de músicas, operadoras, y desvíos de llamadas parecía llevar a ningún sitio.
Pero el jaleo auténtico llegó con la TV, la radio y todo un rosario de corresponsales de prensa escrita. Cada uno de ellos presentaba sus hipótesis, basadas en la rumorología popular. En cualquier esquina un reportero informaba a diestro, mejor siniestro, a una audiencia ávida de carnaza ya sea de muerte o corazón.
Hasta el tío Joaquín, coplero reconocido del Carnaval y otras guasas, había decidido atacar con sus creaciones y corrillos ya empezaba a entonar:
Este pobre trovador
no se anda por las ramas
canta verdad aunque duela
como la amarga retama.
Unos extraños sucesos
han dado a este pueblo fama.
¿son episodios de muerte
o tan sólo son de cama?
un caballero ilustrado
y una romántica dama
de dudas están llenando
las……………………..
Y los ripios copleros iban desgranando las aventuras y desventuras, según la imaginación del autor, de la extraña pareja.
El pobre inspector era un mar de dudas.
En algún sitio habrá un hilo suelto- pensó- que lleve a alguna parte.
Y de pronto sonó el teléfono.
CAPÍTULO 10
Las ligeras telarañas de humo que enredaban el ambiente y su cabeza fueron disipadas de un zarpazo por tan molesto ruido y la misteriosa y metálica voz del interfono ocupó toda su atención:
“!Dejad dormir al pasado!”.
Hubo un corte y…comunicando. Instintivamente, como en la mejor película americana, se dirigió hacia una de las ventanas que miraban a la calle principal y encontró lo que buscaba. Lo habían estado vigilando. Tan sólo pudo hacerse con el color del vehículo y con un ensordecedor chirrido de neumáticos.
Exhausto, malhumorado y lleno de impotencia cayó desprotegido en el alquilado sofá de la alquilada habitación y pensó que después de todo: misterios, muertes y desapariciones, si al menos hubiera una historia de amor, merecería la pena intentarlo. Y esa noche durmió pensando en don Indalecio y doña Marina, y en lo solo que se sentía él (sin su mujer).
“Dejad dormir al pasado”, sintió de repente un escalofrío y despertó. Eran casi las tres de la mañana y la frase se apoderó de él como una fuerte premonición. ¡Claro!, ¡el secreto estaba en el pasado! Se había centrado tan sólo en los hechos acontecidos. La desaparición de los vecinos, el robo de la orquídea,
los comentarios del pueblo y la prensa, husmeando únicamente en aquellas pruebas que pudieran resultar del presente, pero ignorando todo lo pasado. Rápidamente, saltó del sofá como un gato escaldado y sin coger un abrigo que le resguardara de la gélida noche corrió calle abajo con una sola dirección, el caserón de Marina.
Úrsula se encontraba como todos los días al pie del cañón, en el patio del colegio y a la misma hora, pero podía enconarse algo novedoso en esta señora que casi pasaba la línea de los cuarenta. Parecía como si algo la hubiera rejuvenecido y su sonrisa antes forzada, ahora se dibujaba casi sin esfuerza en unos labios pintados de carmín. Esperaba con anhelo encontrarse con Daniel, no sabía en qué momento del día pasaría, pero lo deseaba. Como si de un milagro se tratara, la imponente figura de Daniel se interpuso de un salto entre ella y su humilde puesto.
-¡Rápido Úrsula! ¡encontré algo! ¡Pobres! ¿¿Cómo pudieron ocultarlo tanto tiempo??
- ¡Tranquilízate, Daniel! Pareces nervioso ¿has dormido bien? –los ojos del detective dejaban al descubierto muestras de los involucrado que se encontraba ya con este caso.
- ¡Me dio la pista el libro! ¡El libro y el pasado!
Cuando Úrsula pudo tranquilizarlo se convirtió en la primera y única testigo de lo que Daniel Núñez había descubierto la noche anterior, cuando movido por una especie de locura esclarecedora, saltó los escalones de la mansión y penetró en ella violando su silencio así como sus secretos y dirigiéndose hacia la habitación de Marina, que había investigado anteriormente sin mayor detenimiento, buscó no sabía el qué, hasta que su olfato entrenado de muchos años y deseoso de pruebas supo que lo había encontrado; en el fondo del único armario que ocupaba el dormitorio de Marina encontró una caja de madera, sin más adornos que las palabras de amor que manaban por cientos de las cartas de un enamorado…Indalecio Expósito. Eran las cartas de diferentes países, en las que le relataba las maravillas de su trabajo: la botánica.
En estas cartas descubrí que su verdadera vocación era la botánica y que él había sido, de entre este gremio el elegido por diferentes perfumeros de renombre para hacerse con uno de los aromas más codiciados del momento, el de la orquídea de Madagascar, ya que el néctar de esta flor, debido a su alargado peristilo, sólo puede ser extraído por la Xanthopan Morganii, una mariposa que posee la peculariedad de tener la trompa más larga de entre las de su especie, con lo cual, llegar al néctar deseado consistía en hacerse con un ejemplar de dicha mariposa, ya que la orquídea se encontraba hacía ya tiempo en los laboratorios españoles.
Úrsula no salía de su asombro…Durante toda la mañana había estado
recordando a aquella señora que cuidaba con ahínco su orquídea; para ella era algo natural que alguien regara sus plantas, pero el cariño y el mimo con el que cada mañana se sorprendía no era propio sino de una persona que cuida el mejor de sus recuerdos. Aquella orquídea había sido traída desde muy lejos para ella con mucho amor y era lo único que conservaba de este.
-¡Úrsula!
- ¿Sí, Daniel?
- Además, me llamó la atención…- Daniel se dio cuenta una vez pasada la euforia, de que esto era su trabajo y que a falta de más pruebas debía seguir manteniendo toda la información restante en la más estricta confidencialidad, pero sentía que se acercaba al final de esta historia y tenía claro su siguiente paso. Sin más, se despidió de Úrsula, dejando a ésta sumergida en un mar de preguntas.
Una de las cartas estaba enviada desde uno de los laboratorios de su empresa distribuidos estos por toda España, Laboratorios GAL, S.A. en ella Indalecio contaba que acababa de llegar a España con la mariposa y que querían crear un criadero de dicha especie, evitando así gastos en futuros desplazamientos al extranjero y creando toda una red de extracción del deseado néctar, con lo cual la cantidad a comercializar se ampliaría y debido a su laborioso trabajo el precio en el mercado estaría destinado sólo para la minoría más sibarita. Pero lo que más pudo desconcertar a nuestro avispado detective fue que la dirección de dicho laboratorio o, mejor dicho, criadera de larvas, coincidía con la encontrada en la librería de Indalecio
C/Rosalía de Castro nº11.
CAPÍTULO 11 (y final)
Daniel estuvo durante semanas buscando entre los cientos y cientos de calles con el nombre de la insigne escritora gallega que se repartían por toda España, hasta que encontrase con aquella que diese con el número 11 y desentrañase toda aquella misteriosa desaparición. Al final dio con una situada en un pequeñito pueblo de la costa onubense, en el Rompido. Y hacia allí se dirigió. Cuando llegó al pueblo costero no tuvo problemas en encontrar la tan citada calle, y en ella la inmensa fábrica de los laboratorios G.A.L en la cual entró sabiendo de antemano lo que se iba a encontrar.
- ¿Qué tal, desaparecido? – preguntó con sorna el detective.
- Bien, bien, aquí alejados, pasando una temporadita en la playa- respondió sin inmutarse Indalecio.
- Y Marina, ¿dónde está?.
- Pues, dónde va a estar en el mar…
- Y, ¿por qué desaparecisteis así?
- Queríamos desaparecer y desaparecimos, no hay más.
Y Daniel sin saber qué responder, puesto que ya los había encontrado y no sabia qué más hacer, se volvió con un “hasta luego” seco y se marchó por donde había venido. No si antes preguntar una última cuestión que tenía en mente.
- ¿Por qué el nombre de laboratorios G.A.L., Indalecio?
- Pues porque como ya sabrás de nuestra afición a la botánica, en nuestra intimidad nos gusta llamarnos “Gladiolito” y “Lilita”…y de ahí el nombre. (Gladiolo and Lila).
- ¡Ahhhh! Muy bien, curioso, curioso. Da recuerdos a Marina.
- Se los daré.
Cuando Daniel regresó al pueblo cacereño todos le preguntaron que si había resuelto algo, pero éste dio la callada por respuesta, y sólo explicó que estaban bien y lo del nombre del laboratorio, pero no dónde se encontraban los desaparecidos, pues ésta era la voluntad de los mismos.
Por último, destacar que Úrsula siguió viendo el desarrollo psico-evolutivo de los niños de seis a doce años y el desarrollo de sus aspectos cognitivos, motrices y afectivo-sociales en los recreos y en las salidas del colegio desde su puesto.
Daniel se instaló definitivamente en el pueblo y con el dinero por su silencio, se compró un chalet con un huerto.
Polanco se hizo con más medios de comunicación y hoy en día aspira a ser como Conán “Master del Universo”…así al estilo de Rupert Murdoch.
Irene, cuñada de Marina, siguió preguntándose dónde podía encontrarse ésta y si tendría ahora una casa más grande, o incluso la posibilidad de que tuviera un castillo.
Y en el pueblo siguió cada uno con su vida y a lo suyo, y el tío Joaquín con sus coplas, la última ya muy popular entre la gente rezaba lo siguiente:
-Y el Indalecio y la Marina
Muy callado se lo tenían
De que nadie sospechase
Que tras el GAL se esconderían…
……………….fin
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario