Es Philip
Roth y desde esta mañana su nombre aparece en el palmarés del Premio Príncipe
de Asturias de las Letras, cuyo jurado había considerado varias veces su
candidatura y que, por cierto, se ha adelantado al del Premio Nobel, , tras
imponerse en la última ronda de votaciones al autor japonés Haruki Murakami.
Roth, nacido en Newark, Nueva Jersey (Estados Unidos)
el 19 de marzo de 1933, es el segundo hijo de una familia judío-norteamericana
emigrada de la región europea de Galitzia (Ucrania) y está considerado uno
de los mejores escritores norteamericanos de los últimos veinticinco años.
El jurado ha destacado su capacidad para mostrar una
compleja visión de la realidad "que se debate entre la razón y los
sentimientos, como el signo de los tiempos y el desasosiego del
presente". Sus personajes, hechos y tramas le permiten, según el jurado,
conformar esa compleja visión de la realidad contemporánea y cuenta además con
una calidad literaria que
se muestra en una escritura "fluida e incisiva".
Pero, para los lectores, más allá de esas
medalllas, importa la sensación de poder reconocer paisajes, temas y personajes
'rothianos'. Para empezar, está el escenario de muchas de sus novelas: Newark,
el lugar en el que nació. Una ciudad en la que los
viajeros despistados que se dirigían a Nueva York en autobús se
apeaban, pensando que ya habían llegado a Manhattan, de lo próspera y dinámicas
que parecían sus calles (así lo cuenta Roth en 'Pastoral Americana'). Después,
Newark se arruinó en los años 60; llegó la violencia (básicamente, racial), la
huida de las clases medias, la desolación.
Con la concesión de este Premio Roth se mantiene la
trayectoria de universalización del galardón iniciada en 1999 con Günter Grass
y que ha llevado a que en las últimas once ediciones no se haya distinguido a
ningún autor en lengua española de que Augusto Monterroso lo recibió en 2000.
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