viernes, 26 de agosto de 2016

Braulio Ducasse - 80 aniversario de su muerte -



ÁNGEL BRAULIO DUCASSE 

Llamaron a su puerta 
el 27 de agosto. Dijeron 
a su madre, -que salga 
Ángel Braulio Ducasse. 
-¿Qué tienen contra él, qué es lo que ha hecho? 

-Asómese al balcón  
si quiere verle vivo por vez última. 
Despídase, señora. 
Y atado lo llevaron. 
-¡Ay, Santísimo Cristo de las Aguas!... 

Al camión le empujaron, 
como si fuera un trasto carcomido 
le  encaramaron mientras 
le decían: beato, 
poeta traicionero, delator. 

Miró a los compañeros 
de batida, pálido se sentó, 
¡motor…en marcha!...¡rápido! 
La memoria comienza 
a proyectar los recuerdos vividos: 

la niñez en la plaza 
balbuciendo, aprendiz, contemplador 
de vuelos, de silbidos, 
de carreras y saltos  
hasta la despedida de la tarde. 

Las tardes del estío 
con los vencejos y las golondrinas 
siempre diciendo adiós, 
arcos y flechas juntos, 
preludio  de lechuzas y murciélagos. 

Y después del crepúsculo, 
la penumbra enseñándole al silencio 
su música de sombras, 
La oscuridad y el sueño 
agazapado en los vocablos 

El alba se despierta 
en los barbechos de las sementeras, 
alondras y cogutas 
dialogan con sus trinos, 
y el perdigón subraya el nuevo día. 

Ya presiente la herida, 
ya va subiendo el miedo a la garganta, 
ya la boca reseca 
y muda la palabra. 
Doloroso es el día que amanece. 

El miedo sube al pánico:  
¡Señor, Cristo de las  Aguas!, si dije  
lo que siento, escribí  
lo mismo que pensaba, 
lo volveré a decir si sigo vivo. 

Os dejo mis poemas 
y  todo lo que he escrito hasta este día, 
mi sentimiento os dejo, 
también mis reflexiones 
del por qué de la vida y de la muerte. 

Os dejo las palabras,  
la munición que usé para luchar 
con mis contradicciones,  
mis dudas y mis quejas. 
Llegaréis a entenderme en la distancia. 

Me siento el heredero 
de lo que nunca quise cosechar, 
desdén, envidia y odio 
Caín en mis paisanos  
que me sepultarán en el desprecio. 

Llegaron a La Mina, 
y bajaron marchitos y sonámbulos. 
¡Todos en fila…al frente! 
¡Traidores de la patria!  
 ¡Cerrad los ojos!...¡Se acabó lo vuestro!.. 

¡Dios, Cristo de Las Aguas, 
sálvame! ¿por qué me has abandonado?... 
El grito traspasó 
la línea del espanto… 
¡Sálvame, diles Tú que no me maten! 

Sonaron los cerrojos. 
La última luz tembló sobre los párpados.  
Las ráfagas cumplieron 
las órdenes del odio. 
Llovió sobre la sangre del olvido. 

Manolo Romero