
El frío estiraba sus manos y cuando el funcionario le dijo: Ya puede firmar aquí, aquí y aquí. Respiró profundamente, después se frotó las manos contra los vaqueros para calentarse los dedos y leyó el anverso de los documentos. Al terminar notaba las aletas de su nariz ensancharse y con la cara desencajada vio su reflejo en la pantalla del ordenador, entonces añadió: Me asusta, no quiero este trabajo.
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